miércoles, 24 de septiembre de 2008

Las mil formas de deshacerse de un gato - Autora: Aldana Passalia - Del libro Alas del Alma - Cuentos para chicos

Un día apareció en el jardín de casa un gato negro, permaneció un rato y se fue. Al día siguiente volvió aparecer y nuevamente estuvo un rato mas largo y se fue. Al tercer día volvió a venir y ya se quedo.
Le pusimos de nombre Michagui. Así fue como nuestro gato cariñoso y tranquilo formó parte de la familia.

Pasaron dos años, y yo quería tener un perro, pero mamá me decía que no podíamos tener un perrito porque ya teníamos un gatito y no sabíamos como se llevarían entre si. Yo insistía, insistía, pero no había forma de convencer a mamá. Hasta que empecé a pensar de que manera podría deshacerme del gato. Entonces le sugerí a mamá que no le diéramos más de comer, así tendría que ir a buscar la comida a otro lado y seguramente con el tiempo se iría a vivir a otra casa. Pero mama decía que eso no se hace. Mientras tanto yo seguía pensando como deshacerme de Michagui para poder traer un perrito a casa.
Nuevamente tomé fuerza e insistí para que lo lleváramos al Jardín Botánico, allí viven muchos gatos a los cuales le dan de comer. A mis sugerencia, la respuesta era un No. Así seguí dando mis ideas para que el gato se fuera de casa y de esta manera traer un perro.

Hasta que mamá un día me contó esta historia:

Hace mucho mucho tiempo atrás había un sacerdote muy especial que vivía en un país llamado Italia.
Los muchachos de la calle lo llamaban: 'Ese es el Padre que siempre está alegre. El Padre de los cuentos bonitos'. Su sonrisa era de siempre. Nadie lo encontraba jamás de mal humor y nunca se le escuchaba una palabra dura o humillante. Hablar con él la primera vez era quedar ya de amigo suyo para toda la vida. Dios le concedió también el don de consejo: Un consejo suyo cambiaba a las personas.
Realizaba muchas visitas a las cárceles de la ciudad y viendo la situación en la que vivían muchos niños que habitaban en la zona, abandonados y muy sólitos, decidió dedicar su vida a ayudar a estos pequeños.
Don Juan Bosco era como lo llamaban, comenzó a enseñar a los chicos de la calle, rápidamente sus alumnos crecerían en número atraídos por una bondad que nunca antes habían conocido.
Don Bosco siempre supo ver, debajo de los harapos y la suciedad de estos niños endurecidos por la vida, una chispa que con un poco de esfuerzo, se convertiría en una gran llama de amor. Sabía que no era con fuerza, castigos o retos como se ganaría a los niños, sino con caridad y gentileza.
Don Bosco dejó el recuerdo de un hombre inolvidable, enseñó a amar e invocar a la Virgen Santísima y al ángel de la guarda, y a apreciar debidamente el tesoro del tiempo.

Un perro extraordinario jugó un gran papel en la vida del padre.
Una noche de otoño allá por el año 1853, Don Juan Bosco, iba por una calle de mala fama de Turín donde él vivía. De pronto apareció un perro que empezó a seguirlo. El sacerdote miró sorprendido a ese animal que nunca había visto. Lo acarició. El perro estuvo quieto un momento y después se alejó.
A partir de entonces, cada vez que el sacerdote se encontraba solo por la noche en un sitio peligroso, lo acompañaría aquel perro llegado de ninguna parte que después desaparecería. Don Bosco le puso el nombre de "Grigio", es decir "Gris".

En efecto, el animal era de ese color. De tamaño grande, tenía el hocico fino, orejas rectas, pelaje abundante y cola en penacho y siempre acudía cuando hacia falta.
En aquella época, había personas que no les gustaba lo que el cura enseñaba y estaban en contra de él y cada tanto aprovechaban para atacarlo. Una noche un hombre disparó contra el sacerdote. Habiendo fallado se lanzó sobre él. Pero Grigio estaba allí; empujó al malvado y lo obligó a huir.

Otra vez, Don Juan Bosco iba unos cuantos pasos detrás de dos hombres. Sintiendo el peligro dio media vuelta, pero antes de que pudiera gritar se le echaron encima los delincuentes y le cubrieron la cabeza con una bolsa. Surgido como por milagro, Grigio se puso a ladrar y tiró al suelo a uno de los hombres al que inmovilizó agarrándole la garganta con los colmillos, mientras el otro huía. Don Bosco le hizo comprender al perro que soltara al bribón que también huyó corriendo.
Otra noche, al sacerdote lo atacó un malandrín armado con un cuchillo. Don Juan Bosco, que no conseguía escapar, le tuvo que dar una trompada muy fuerte. El malhechor lanzó un grito y de los matorrales cercanos empezaron a salir todos sus cómplices.
El sacerdote se sintió perdido. Pero Grigio apareció una vez más. Y se puso a dar vueltas alrededor de él, enseñando los colmillos.
¬ Por favor, gritó uno de los hombres, Llame a su perro, ¿no ve que va a morderme?
_ ¿Y que quiere Ud. que haga?, dijo Don Bosco
_ Perdónenos, Señor Cura, somos unos pobres tipos; nos han dado mil francos....
_ ¿Y por esa cantidad me habrían matado dijo el cura?
_ Llame a su perro.
_ Primero prométanme que me dejarán tranquilo a partir de ahora.
_ Se lo juramos por la Virgen
Grigio, ven. ¡Bravo me has salvado la vida!

Sólo en una ocasión se puso el perro a gruñirle a Don Bosco. Una noche, el cura quería salir y Grigio se lo impidió. Durante media hora le cerró el paso obligándolo a quedarse en casa. Un cuarto de hora más tarde, llegó un vecino para advertirle, que había escuchado una conversación donde se había enterado de que le preparaban una trampa. ¿Cómo pudo saberlo Grigio?

Otra noche, el perro llegó a la iglesia, se acercó al cura, puso el hocico en la mesa donde aquel estaba cenando y volvió a salir. Juan Bosco comprendió. Un amigo lo había traído más pronto de lo previsto. Inquieto porque no lo había visto regresar, Grigio quiso asegurarse de que realmente estaba allí.

El perro, nunca le aceptó comida a Don Bosco, ni por supuesto ningún cobijo. En cuánto a los niños estos podían acariciarlo y hacerle cuantas travesuras se le ocurrieran; dejaba que le tiraran de los pelos o de las orejas, pero jamás aceptaba un dulce de los niños. Una actitud muy rara para un perro ya que se trataba de un animal de carne y hueso, no de un perro fantasma.

Cuando desaparecieron las persecuciones contra Don Bosco, el Grigio dejo de presentarse.
¿Que explicación?
La historia de Grigio es absolutamente extraordinaria.
La hipótesis más razonable consiste en considerarlo un perro errante que se había apegado al cura. Aunque ¿Cómo se podría haber dado cuenta de los peligros que le acechaban?
Una persona tiempo más tarde le preguntó al cura que pensaba y éste le respondió:
" Decir que era un ángel daría risa. Pero tampoco se puede decir que fuera un perro común y corriente".

Y mama termino la historia diciéndome: Dios a veces envía a sus ángeles en forma de animales para protegernos, ¿no será que tenemos un ángel gato en casa y aun no nos dimos cuenta?
Y a partir de ese día dejé de pensar como deshacerme del gato.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Cuentos para gatos

Estos cuentos fueron hechos para gatos; pero como ellos no saben leer, son sus amos los que tendrán que leérselos.

Autora Mercedes Franco.


Luna:

Llegó un día a la casa, de repente. Era blanca, pero estaba un poco sucia de andar vagando por ahí, y su pelaje lucía grisáceo, como la plata gastada que brilla a veces en la luna. Por eso le pusieron ese nombre.

Lo más bello que tenía eran los ojos. Tan distintos entre sí. Uno azul, transparente, como un paisaje invernal, sereno, con cristales de nieve y campos escarchados. El otro, dorado, solar, como una tarde de playa, con arenales de ámbar y el viento peinando las dunas.

Luna era suave y tímida, pero a sus tres hijos los defendía no como una gata, sino como una tigra. Un día llegó la ocasión de probar su coraje, al verse frente a frente con Rambo, el perro grande de los vecinos. Seguro que venía decidido a molestarla. Luna fue más rápida que él. Le brincó encima, lo cabalgó y después le aplicó en los costados su famoso golpe (famoso después de esa pelea), llamado “la garra del gato”. Ese golpe lo conocen bien los gatos chinos que practican kung-fu y, en Japón, es un estilo muy célebre dentro de las artes marciales. Lo deberían aprender todos los gatos, pues es muy sencillo y efectivo. Se practica con las dos zarpas abiertas, sacando las uñas velozmente y golpeando a la vez las dos ancas del oponente.

Rambo salió corriendo y chillando como un cachorrito, más que todo del susto, porque Luna no le hizo tanto daño. Desde entonces, cuando la veía paseando al sol con sus hijos, enseñándolos a cazar, se quedaba en su patio tranquilito y jamás se le ocurrió volver a acercarse a ellos.