viernes, 4 de julio de 2008

Mi Nana

Hola amigos. Hoy les quiero hablar de mi nana.

Es un ser muy especial, casi diría que es de nuestra especie y que Dios le permitió caminar en dos patas para poder moverse en el mundo de los seres humanos, sin llamar mucho la atención.

Cuando llega a la casa, siento una alegría especial y la cola se me agita involuntariamente: pronto llegará el momento en que mis papás se vayan y me quede solo con ella. No es que yo no quiera a mis papás, los adoro; pero ella es casi como yo (a veces me dice que es un San Bernardo) y su llegada significa para mí juegos, desorden, relajo, comidas sibaritas, nidos, manualidades, muchas cosas más que me hacen atesorar esas horas, hasta que al llegar mis papás del trabajo ella me dice : “time out” y se concentra en su mundo humano a hacer cosas de humanos y yo me quedo a las puertas de su cuarto, deseando con afán que llegue el siguiente momento.

Mi nana ha llenado mi mundo de juegos perrunos, de mil nombres distintos para mi dependiendo de su estado de ánimo, de frutiloopis, de avena caliente con galletas saladas, de ensaladas, de tres leches, de sopa de pollo, de sándwiches de pan integral y mil cereales relleno con montañas de queso, de empanadas de carne mechada, de caramelos; me ha enseñado flamenco, salsa, manualidades; me lee libros; me enseña idiomas raros (en estos días me decía “biver, pul de string” y yo no la entendí); ha llenado mi mundo de caricias, fotos, juegos y eso que mas arriba llamé nido: cuando ya hemos jugado y desandado toda la casa, vamos a su cuarto y nos acostamos, uno al lado del otro y aunque sea por diez minutos, dormimos profundamente, yo con mi cabeza recostada de su cuello y ella con un brazo pasado por encima de mi cuerpo.

Pero sobre todo, he aprendido con ella que aunque los seres vivos seamos distintos, es posible el amor. No hay límites para amar a alguien independientemente de color, raza, credo religioso, inclinaciones políticas, especies; el único límite es el que tú mismo te impones y para eso, siempre hay tiempo. Digo que hay tiempo, porque nos empezamos a poner límites, cuando crecemos (en edad) y pensamos que el resto de la sociedad nos llamaría ridículos o locos si seguimos haciendo lo que hasta ahora, es decir, vivir. Y a partir de esa decisión mal tomada, la de vivir en función de otros, nos vamos anulando y nos vamos apartando de lo verdaderamente esencial: el amor.

¿Saben por qué les digo que el amor es independiente de cualquier otra cosa? Porque yo soy un siberiano y mi nana es………UNA GATA.
Te quiero mucho, mi nanita, gracias por estar y ser.

Profesor Ciro

1 comentario:

Níyume dijo...

Querido Profe; no tengo palabras, y eso es frecuente en mi cuando de cosas del corazón y del alma se trata. Gracias por escribirme ,ser un ángel y por dejarte querer.
Te regalo unas lágrimas, de esas buenas e intensas que muy pocas veces salen de estos que también son tus ojos.
Un abrazo a Mari -paciente y universal.