miércoles, 18 de junio de 2008

Dos Historias Hermosas

(tomado de elperrunodigital.com)

Antes de venir a vivir a Madrid, estuve trabajando como voluntario en una sociedad para la protección de los animales, en Asturias. Allí me encontré con algunas historias que ponían los pelos de punta, pero también algunas con final feliz. Os voy a contar dos de ellas.

I

Un día recibimos la llamada de una señora. Nos dijo que justo debajo de su ventana había una perra fuera de sí, muy alterada. También nos dijo que varias personas intentaron acercársele pero ésta estaba en un estado muy agresivo y no permitía que nadie se acercara. Decidimos ir.
Cuando llegamos, la perra estaba aullando y gruñendo. Se encontraba al lado de unos contenedores y de vez en cuando trataba de escalar uno de ellos. Constantemente arañaba los laterales del contenedor con las pezuñas y mordía la tapa. Por un momento nos quedamos parados ante la situación aunque pronto, Julio, uno de los compañeros que iban conmigo, decidió lanzarle un dardo tranquilizante.
La perra, que era de raza Alaska Malamute, no cesó de forcejear y enseñarnos los dientes ni un solo segundo. Cuando se tranquilizó un poco, abrimos el contenedor y ¿a que no sabéis lo que había dentro?. Pues un saquito con cinco cachorros, uno de los cuales había fallecido.
Metimos a los cachorros y a la madre en la furgoneta y nos fuimos al refugio. La madre, que resultó llamarse Lola, tardó un buen rato en despertarse, justo el tiempo que tardamos en asear a los cachorros, alimentarlos y buscarles un sitio calentito y recogido junto a su madre.
Por supuesto, al día siguiente Lola estaba mucho más tranquila. No tenía leche, así que tuvimos que alimentar nosotros a los cachorros. Ella tan tranquila.
Empezamos a poner en marcha el dispositivo de adopción pero nadie llamaba ni se interesaba por los cachorros ni por su madre. Después de pensarlo mucho, decidí quedarme a uno de ellos, Dalton, y mi primo se llevó a una perrita, Perla.
Había pasado ya una semana cuando recibimos la llamado de un hombre interesado en ver a Lola. Le expusimos el problema que teníamos, Lola aún estaba al cargo de dos cachorritos y seguramente no querría separarse de ellos. El hombre insistió y se acercó al albergue. Cuando vio la escena no se lo pensó, nos dijo: "Me llevo a los tres". Y se llevó a Lola y a los dos peques. Además, por si fuera poco, nos hizo una donación bastante cuantiosa con la que pudimos construir más jaulas para los animales recogidos de la calle.
Pasados unos meses tuvimos noticias del adoptante. Nos invitaba a que nos acercásemos a su finca para ver a la familia canina. Nos quedamos boquiabiertos. Los cachorros estaban preciosos. Era un macho y una hembra. El macho ya era más grande que Lola, su madre, y la hembra más o menos como la madre. Se llevaban muy bien entre ellos y se habían convertido en unos perros muy sociables y cariñosos. Se notaba que los habían cuidado y educado bien.
Agradecimos al adoptante la visita y también las fuerzas renovadas que acabábamos de recibir. Daba gusto ver que nuestra labor obtenía a veces recompensa. Aún queda gente por el mundo con un gran corazón y un gran respeto por la naturaleza.


II

La segunda historia que os voy a contar es una historia de amor canino. Es un ejemplo claro de que los animales también pueden llegar a ser conscientes de sus actos, y demostrar una gran inteligencia en momentos difíciles.
Un señor nos llamó un día porque su perra se había escapado de la casa. Según él, se había ido al monte. Para nosotros era un caso complicado porque sólo teníamos material y equipo para recoger a los perros de la ciudad, aún así nos acercamos a ver al señor.
Hicimos varias salidas por el monte para ayudar al pobre hombre a encontrar a su perrita, pero no hubo suerte. Pasado un tiempo el hombre nos llamó para decirnos que la perra había vuelto a casa y estaba preñada. También nos comentó que un lobo merodeaba desde entonces la finca. La casa se encontraba en una zona en donde habitan muchos lobos, así que en un principio no nos sorprendió, cuando sí nos sorprendimos fue cuando pasado el embarazo, la perrita parió una manada de lobeznos.
No dábamos crédito. La perrita se había quedado preñada del lobo que la seguía a todas partes, aunque lo curioso y bueno, lo más emocionante viene ahora. La perra abandonó a los cachorros en la casa y volvió al monte con su novio el lobo. Muchas veces se les veía juntos por el pueblo, se acercaban a la casa y se iban. Era como si quisiesen comprobar que todo seguía en orden.
La verdad es que aún se me ponen los pelillos como escarpias cuando lo pienso. Que sentido de la vida tan espectacular demuestran los animales. Pudo haber parido en el monte, y sin embargo prefirió dejarlos en un sitio seguro. Luego , se fue.

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